Reino de Bhutan
Bután es un país insólito, enigmático, un reino casi de fábula en el que podremos fotografiar la ancestral cultura budista combinada con el espectacular y místico escenario de la cordillera Himalaya. Será un fotosafari para descubrir rincones mágicos, rodeados de una sociedad donde, por ley, la búsqueda de la felicidad está por encima de todo lo demás.
Nos acercaremos a su gente, su cultura y tradiciones. Presenciaremos el festival local en el Valle de Tang. Fotografiaremos su arquitectura, sus templos budistas, sus pueblos aislados entre montañas y los santuarios que aparecen en el sitio más inesperado como salidos de la tierra. Llegaremos al emblemático monasterio de Taktsang, que cuelga vertiginosamente del flanco de un acantilado sobre el valle de Paro, un lugar de gran devoción, en un emplazamiento natural único. Nos maravillaremos con sus paisajes repletos de montañas y valles ondulantes.
Es un país pequeño, con una población que apenas llega al millón de habitantes, que ha conservado sus tradiciones, sus costumbres y el budismo tántrico tal y como eran hace algunos siglos. Bután estuvo vedado al extranjero hasta 1970 y aún se mantiene como un destino no masificado por el turismo. Es fácil ver a sus habitantes vestir el traje nacional; el primer y único aeropuerto se inauguró en 1980 y la televisión e Internet no se introdujeron en el país hasta el año 2000.
Pocos coches, ningún rastro de deforestación. Bután es uno de los países más intactos del planeta, con el 60% de su territorio formando parte de un parque nacional o área natural protegida. Los espacios intervenidos por el hombre en los valles alternan con tierras altas, aisladas, donde las banderas que lanzan oraciones al viento son los únicos testigos de la civilización.
Las montañas más altas de la Tierra le sirven de frontera natural haciendo que, mires hacia donde mires, siempre aparezca un pico nevado en el horizonte. Las verdes y exuberantes montañas contrastan con las fortalezas y los monasterios con siglos de historia, dispersos por toda esta nación del Himalaya.
Podremos fotografiar sus dzong, que se levantaron a partir del siglo XVII y que en la actualidad albergan monjes y lamas o son simplemente sedes administrativas. Veremos los grandes molinos de oración, las pinturas religiosas, los tankas, las vigas decoradas con colores, sus edificios, con ventanas de madera decoradas y abundantes símbolos mágicos en tejados y fachadas, o grandes falos pintados para ahuyentar los malos espíritus.
En Bután las distancias se miden en tiempo, y el tiempo avanza o retrocede en cada curva del camino; podremos ver mujeres tejiendo en la puerta de sus casas en las aldeas, o funcionarios engominados manejando un mouse. La tradición sobrevive y la modernidad se asoma. Mientras, los amuletos antidemonios se mantienen como artículo de primera necesidad. La magia forma parte de la vida.