los leveratto
Por las venas de Padre e Hijo en lugar de sangre corre liquido revelador, detenedor y fijador; en ese orden.
Padre e Hijo son seres fotosensibles, dos pares de ojos con fotómetro incorporado en las pupilas.
Padre e Hijo son parte de la misma secuencia en el álbum familiar, y la misma raíz se encuentra en una cantidad de diapositivas bien guardadas.
Padre e Hijo tienen mucho en común, llevan la misma carga genética tanto como el conocimiento que da la experiencia en la operación de tiempos de exposición, apertura de diafragma, encuadres en cámara, sensibilidad de la película (!?), balance de color etc. etc. Comparten además el saber ligado a las variables de interpretación de la copia fotográfica y de la edición del material que se va a ofrecer a otras miradas, entendido ese momento como la ultima de una extensa serie de decisiones (que comienzan incluso mucho antes de capturar la primer imagen).
Pero hay una pequeña diferencia, que entre tanta sintonía revela una gran distancia de puntos de vista, porque obviamente son modos fotográficos de mirar que se basan en las experiencias particulares y específicas de cada uno en este mundo. Porque apuntar hacia el cielo observando la luz y el color como variables en la constante atmosférica de un determinado momento del día no es lo mismo que bajar la dirección de la lente para prestarle atención a los detalles de forma que se presentan en concreto sobre la textura del suelo por el que se va andando a cualquier hora, en una ciudad que no es cualquiera.
Así es que el motivo de lo mismo puede generar una diferencia.
Entonces al final uno se pregunta ‘En que se parecen las fotografías a las plantas?’ y otro ‘En que se diferencian las plantas de las fotografías?’
Uno y otro es Padre e Hijo, pero a partir de un momento yo no se quien es quien.
Septiembre 2016 Pablo Ziccarello